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Qué mejor manera de abrir un apartado sobre textos que con las palabras de uno de los grandes inventores del texto y su contexto. Dejo como entrada a mis propias incursiones textuales estos comentarios de Roland Barthes. Y no porque cumplan mis escritos tales principios, sino porque espero que algún día lo hagan, pues parto del convencimiento de que toda escritura honesta no parte de una idea de lector, de un lector ideal, y mucho menos de una estrategia comercial, sino de una neurosis fundamental que termina por reducir al autor a su mismísima nada en favor de la lectura. Algo que parecerá quizás ingenuo y constipado a estas alturas NASAles de anchuras INTERnetas. ¿Pero no es acaso sentir en sí mismo seguir siendo ingenuo? Dice Barthes en El placer del texto:

 

La neurosis es un mal menor: no en relación a la «salud» sino en relación a ese «imposible» del que hablaba Bataille («La neurosis es la miedosa aprehensión de un fondo imposible», etc.); pero ese mal menor es el único que permite escribir (y leer). Se acaba por lo tanto en esta paradoja: los textos como los de Bataille –o de otros– que han sido escritos contra la neurosis, desde el seno mismo de la locura, tienen en ellos, si quieren ser leídos, ese poco de neurosis necesario para seducir a sus lectores: estos textos terribles son después de todo textos coquetos.
 

Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico. El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado: la escritura misma).
 

Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la consistencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.Aquel que mantiene los dos textos en su campo y en su mano las riendas del placer y del goce es un sujeto anacrónico pues participa al mismo tiempo y contradictoriamente en el hedonismo profundo de toda cultura (que penetra en él apaciblemente bajo la forma de un arte de vivir del que forman parte los libros antiguos) y en la destrucción de esa cultura: goza simultáneamente de la consistencia de su yo (es su placer) y de la búsqueda de su pérdida (es su goce). Es un sujeto dos veces escindido, dos veces perverso.

 

Traducción de Nicolás Rosa. Siglo Veintiuno Editores, S.A. Título original: Le plaisir du texte. Éditions du Seuil, París, 1973. Primera edición en español, junio de 1974.

 

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